¿Por qué te da vergüenza vender?

Ah… que lo que me dices es que no te da vergüenza.

Vaya. Y te quedas tan fresco.

Es que…

Es que…

Es que…

Y si no te diera vergüenza ser vendedor no te cambiarías el nombre y no buscarías tantos eufemismos para definirte como vendedor:

Consultor, asesor comercial, gestor de soluciones, técnico de ventas, comisionista, representante y basta con estos.

Porque si nos vamos al diccionario lo flipas.

Mira, a las cosas hay que llamarlas por su nombre, como Gabriel García Márquez llamaba miedo al miedo.

Y decía, más:

Seamos machos y reconozcamos que nos da miedo volar.

Lo mismo que este premio Nobel no tendría huevos de repetir esas palabras en esos tiempos -porque sería automáticamente destruido-, tampoco tú tienes lo que hay que tener para presumir de una profesión que es digna o indigna según la ejerzamos con dignidad o sin ella.

¿Te parece que volvamos al diccionario?

Pon “Vender” en el buscador de la RAE y verás lo que es bueno:

Traicionar, delatar, entregar, descubrir y engañar son los maravillosos sinónimos que aparecen.

¿Qué tal te quedas?

Sea como sea, no es motivo para avergonzarse porque no lo que ponga ahí no se corresponde con el esfuerzo que haces cada día por atender a tus clientes.

¿A qué crees que se debe?

Es obvio. Siglos y siglos de rufianes que se dedicaban a engañar a los incautos y, como existía un intercambio de productos y dinero, lo llamaron vender.

Pero nada de eso. Era vender la burra en los mercados de ganado, lo cual llegó a nuestros días como vender la moto.

¿Y cómo puedes distinguirte?

Es muy fácil. Trabajando bien y asegurándote de que en cada trato que intervengas, todo el mundo gane lo que le corresponde.

¿Me cuentas una pauta que te dé buenos resultados?