La primera vez que me tragué un chicle

Madre mía qué susto.

-¡Si te tragas el chicle se te pegan las tripas!, -nos decían a los críos.

¿No te pasaba lo mismo?

Y mucho más:

No toques el frigorífico descalzo.

Tienes que hacer dos horas de digestión.

Bébete rápidamente el zumo porque se queda sin vitaminas.

Quédate ahí quieto como un clavo.

Porque así pasa con muchas cosas.

Y cuando me tragué el primer chicle me acojoné vivo, pero nada me sucedió.

Bueno sí, aunque con el chicle no se me pegaron las tripas, claro que pasaron cosas:

Los que bien te quieren no siempre están en lo cierto.

Nada hay como comprobar personalmente ciertas causas y efectos.

Hay que actuar y casi da lo mismo cómo lo hagamos

Si ha de ser con miedo, que así sea.

Por desafío si es lo que te pone.

En la vida y en las profesiones sucede lo mismo y, ni te cuento si te dedicas a vender, en cualquiera de sus variantes y eufemismos.

Porque nadie te va a comer, ni se te va a cortar la digestión y ya demostró Alberto Chicote que las vitaminas del zumo de naranja permanecen incluso después de la oxidación.

Y tú, ¿Cuándo ha sido la última vez que sentiste miedo tras haber cruzado una línea roja? ¿A que ya se te pasó el susto?